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Tema 1: Justicia por amor, no por fama.

Cuando Jesús continúa creciendo en popularidad a causa de su anuncio de la proximidad del Reino de Dios y las manifestaciones del estado de bendición integral o “Shalom”que ese reino expresaba (Mateo 4:23-25), decide tomar un espacio formal para enseñar a sus nuevos seguidores sobre las demandas éticas y espirituales que implican a ese seguimiento o discipulado.


Esta enseñanza formal se expresa por el simbolismo de sentarse delante de una multitud (Mateo 5:1), para brindar un mensaje de alta importancia. Tradicionalmente este mensaje al inicio de su ministerio público es conocido como “Sermón del Monte” (Mateo 5-7), discurso donde Jesús estaría ilustrando la identidad del Reino de Dios que sus discípulos debían encarnar, sobre todo lo relacionado con buscar reconocimiento público por medio de obras de justicia.


“Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa” (Mateo 6:1, NVI)

Jesús entrega una instrucción con una advertencia incluida. Como discípulos, los creyentes cristianos estamos llamados a ejercer con amor y solidaridad las “obras de justicia”, que según este discurso son obras que se vinculan con la oración, la beneficencia y la piedad como forma de evidenciar las sanas relaciones con el próximo.


Desde esta perspectiva, las “obras de justicia” no se limitan a la caridad o la liturgia, sino que estas obras adquieren diversidad de aplicaciones, que apuntan hacia la relectura que Jesús hace del entendimiento judío de su Ley y sus tradiciones, es decir, la justicia en Jesús es el código de ética que debe identificar a sus discípulos.


La justicia del Reino de Dios es la puesta en marcha del proyecto humanizador de Jesús, es aquella forma de vivir en función del prójimo que aunque provoca persecución y hostilidad hacia el discípulo, recibe la promesa de la herencia del Reino por parte de Jesús (Mateo 5:10).


Era una visión generalizada entre el pueblo judío que alcanzar el título de “justo” ante Dios era la consecuencia natural para aquel que practicaba las normas explícitas en la Ley del Antiguo Testamento. Para ellos la justicia era la exposición pública del estricto cumplimiento de leyes y ritos, era la dignidad que se podía alcanzar entre los suyos. Ser justo era tener “buena reputación”.

Jesús ofrece una agenda alternativa, una agenda de justicia orientada hacia el perdón y reconciliación entre los hermanos en la fe (Mateo 5:21-24). Una agenda de dignidad hacia la mujer para no cosificarla como un objeto sexual que debe ser exhibido (Mateo 5:28).

Pero quizá el rasgo más radical de las “obras de justicia” que Jesús entrega a sus discípulos es la de amar al prójimo, aun cuando el prójimo sea enemigo o perseguidor (Mateo 5:44-48).

Pero, si todas estas expresiones de justicia tienen que ver con mis relaciones interpersonales cotidianas ¿Cómo es que debo cuidarme de hacerlas delante de los demás? Se debe señalar que el énfasis de la advertencia de Jesús recae en “llamar la atención” (Mateo 6:1), en hacer un espectáculo para buscar la fama o el reconocimiento.


En el sermón del Monte Jesús identifica dos formas de recompensa, la divina y la humana, es decir, la temporal y superficial como opuestas a la verdadera que proviene de Dios, por ello, ante la debilidad de nuestros corazones por un poco de aplausos, el mandato es claro: busque ser reconocido por Dios y no por la fama siempre engañosa de nuestros contemporáneos.


Que la Palabra de Jesús traiga su vida a nosotros, nos renueve y oriente para cumplir fielmente con el mensaje del evangelio.


Cristhian Solís R.

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